Casualitats de la vida, resulta que per la unitat de neonatologia de Vall d’Hebrón va passar-hi no fa gaire el fill d’un fotògraf mallorquí, en Jesús García. Quan ens vam trobar pels passadissos, de seguida ens va dir que voldria col·laborar amb Dits Petits explicant-nos la seva experiència i acompanyar-la amb les fotos que havia anat fent del seu petit Jan durant tot el camí. Evidentment no podíem pas dir que no, les seves paraules i imatges són tot un regal! La seva és una història molt emotiva, que parla de la gran força que tenen tots els petits ingressats i les seves famílies i en la qual esperem que molts hi trobeu confort i esperança.

Podeu seguir la feina d’en Jesús a Facebook. Us deixem tot seguit amb el seu relat:

Un embarazo deseado siempre es motivo de alegría, y como tal recibimos la noticia del Predictor el día que hicimos la prueba después de un retraso. Todo era felicidad en nuestro entorno, familia, amigos y demás gente alrededor nos felicitaba por el futuro acontecimiento. Y como todos, empezamos a disfrutar del momento, la evolución de la futura mamá y hasta las revisiones ginecológicas. Todo era nuevo y apasionante…

Hasta el día en que en una ecografía, la cual se me hizo eterna, nos indican que es probable que el bebé venga con una malformación en el corazón. Transposición de grandes vasos, ese era el nombre de la causa de nuestra angustia… Nervios, días que se hacen eternos en la espera entre consulta y consulta para verificar que sólo fuera eso. Y decisiones que tomar, ya que en ese momento te planteas cualquier posibilidad. Y es que esa incertidumbre que te corroe esos días de espera, pruebas y diagnósticos pueden volverte loco…

Juntos decidimos que seguíamos adelante, que pasaríamos por la experiencia que supondría un traslado a Barcelona, un parto lejos de tu hogary una operación que decidiría el futuro de nuestro hijo… Y recalco “juntos” porque la experiencia es dura y hay que estar muy unidos para hacerla frente… Después de la decisión, empezamos a intentar tomarnos el embarazo con la normalidad que nos permitían nuestros sentimientos, y llegamos a disfrutarlo. La ayuda e información que nos iba llegando por parte del personal médico de Son espases en Palma y el de Vall d’Hebrón en Barcelona, nos alentaban a que todo iba a salir bien. La verdad es que se agradece la cercanía y el calor humano que nos brindaron cada vez que acudimos a las revisiones.

Así fueron pasando los meses de embarazo, con la felicidad que conlleva, eligiendo nombre, preparando la casa, comprando los cachibaches necesarios, etc… Pero sin dejar de darle vueltas al asunto. La familia y amigos ayudan mucho a hacerlo más llevadero y a nosotros por suerte nunca nos han faltado de ambos. Gracias.

Cuando todo parecía estar dentro de lo previsto, que el parto se efectuaría en Barcelona, después de habernos instalado 15 días antes para no tener sorpresas, etc… Se complica la cosa… Mi mujer, un mes antes de lo previsto, empieza a tener contracciones una noche y acudimos a urgencias. En Palma todavía, sin previo aviso y 15 días antes de todo lo que organizamos, el parto parecía inminente… Fueron momentos de nervios, en los cuales se decidió que a ella la trasladaran a Barcelona en avión ambulancia para tener al niño allí. Yo tuve que preparar la maleta corriendo, cambiar el vuelo y avisar donde me iba a alojar, que todo se había adelantado, que íbamos ese día… Recuerdo esa noche­mañana como una odisea, todo fue tan rápido y tan atropellado que aún me pongo nervioso al pensar en ello.

Al llegar al Vall d’Hebrón, el equipo médico decidió intentar parar el parto mediante medicación, dado que, de cara a la operación, sería mejor para el bebé. Y así pasó, después de varios días de ingreso, se pudo impedir el parto… Empezaban las “vacaciones” en Barcelona.
Faltaba un mes para llegar a término, y ya estábamos en Barcelona, así que decidimos que debíamos tomarnos ese tiempo extra (que en cualquier momento podía acortarse) como unas mini vacaciones. Disfrutamos de paseos por Barcelona, del shopping, de la gastronomía, etc… La verdad es que Barcelona da mucho juego y siempre hay cosas por ver, cosa que es de agradecer cuando estás pasando por una situación como la nuestra y te puedes distraer y no pensar en ello. Así pasamos algo más de un mes, acudiendo religiosamente a las revisiones en el hospital y viendo que todo estaba bien, cada vez más controlado el problema de Jan para su posterior intervención. Viendo que al mes no se decidía a salir se organizó para inducir el parto. Los nervios volvieron a estar latentes cuando supimos la fecha exacta del momento en que conoceríamos a nuestro pequeño y lo que supondría el ver como no sería un parto al uso, porque pese a estar preparado un parto natural, Jan necesitaba inmediatamente soporte para seguir con vida al nacer, y sabíamos que si llegábamos a disponer de tiempo para estar con él al nacer, éste sería corto…

Llega el día del parto, ya nos habían advertido que el parto inducido podría ser largo, así que como quien se propone a correr una maratón, nos hicimos a la idea y nos tranquilizamos… Pasaban las horas, pequeñas contracciones… Seguían pasando, las contracciones fueron más evidentes… Pasada algo más de media tarde las contracciones ya eran bastante dolorosas y se aplicó la epidural…

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Todo iba ocurriendo de manera lenta, con nervios pero asumibles, y siempre estando muy cuidados por parte del equipo médico. En un momento, cerca de las 20:00hs el monitor dio un vuelco y las constantes del bebé cayeron, el equipo médico no se lo pensó y en menos de 10 minutos de reloj se aplicó una cesárea de urgencia. Fueron los 10 minutos más estresantes que he vivido. En un momento vi como la sala se llenó de gente, se llevaron a mi mujer y quedo completamente vacía… Una enfermera me mira, intenta consolarme y recuerdo como me hizo volver la mirada al pasillo a tiempo de ver el cordón umbilical pasar por el pasillo de enfrente.
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– Tranquilo que ya ha nacido, todo está bien. Me dijo. Y yo aún sin asumir el momento, solo esperaba poder ver a mi mujer y a mi hijo… Al cabo de poco tiempo, pasó la incubadora donde habían colocado a Jan y al levantar la cortina y poder verlo moverse, con buen color, con los ojos abiertos de par en par y girando la cabeza de un lado a otro… Solo me aventuré a decir. ­ – Hola Jan… Y en ese instante mágico me pareció cruzar la mirada con él.

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Lo que se siente en ese momento no se puede definir… Ese momento hay que vivirlo. Una vez pasado el shock de ese momento y habiendo preguntado si estaba bien, a lo que me contestaron que sí, me fui en busca de noticias sobre mi mujer. A la cual estaban terminando de suturar y que en breve instalaron en un box temporal a espera de habitación. Cuando ella salió, medio aturdida me preguntó por Jan. Le comenté que estaba bien y le mostré una foto rápida que me permitieron hacer con el móvil antes de llevarlo a la UCI de neonatos. Los sentimientos brotaron, y como era de esperar acabamos en lágrimas.

Lágrimas que desde mi punto de vista venían sazonadas de mucha alegría, de tranquilidad de ver que estaba todo correcto y también algo de pena por las duras horas que le quedaban afrontar a ella, que saliendo de la cesárea estaría 23 horas a poder ver a su niño, el que tanto sintió dentro. Que fuertes son las madres…

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Ya había nacido y ya estaba estable en la UCI, la primera noche se pasó lenta pero ajetreadamente. Subiendo y bajando de la planta a la UCI, para tener informada a la mamá y también estar con Jan. Jan pasó su primera noche muy tranquilo, bien atendido y con su medicación, de manera muy estable. La mamá pudo bajar al día siguiente a ver que estaba bien, que lo estaban cuidando de manera excelente y que pese a su problema, él no notaba nada.

El momento de reencuentro entre ellos para mí supuso un alivio enorme. Quedaban 7 días para la intervención, en los cuales él tuvo que estar estable, ganar algo de peso y descansar, mientras que nosotros teníamos que disfrutar de él, aprender que la lactancia materna no es fácil y también prepararnos mentalmente a lo duro que iba a ser el día de la operación. En esos días ves la progresión que sigue tu bebé, ves como se le mantiene controlado mediante sensores que van cableados a diversas máquinas. Te vas dando cuenta del calor humano que define a la gente que cuida de tu hijo, y sientes que estás en el sitio adecuado. Pero también es difícil verlo así, cableado, sin poderlo coger con soltura y no poder disfrutarlo como a cualquier niño fuera de allí. Vas viendo cómo van poniendo vías en sus bracitos, le rapan la cabeza para poder ponerle más y como cuando está dormidito lo vas alimentando mediante una sondita en su nariz… Sabes que es por su bien… Pero duele… Y así se va acercando el momento crítico de la operación.

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Pese a saber que está en las mejores manos, que todas las pruebas y progresión del bebé es buena de cara a la intervención, pese a saber que van a ser probablemente 8 horas de quirófano, pese a todo ello, el día anterior cuesta dormir… Demasiadas vueltas a la cabeza… Pero llega ese día, lo ves por última vez antes de entrar y depositas todas tus esperanzas y confianza en el equipo que lo atiende. Ellos saben hacer su trabajo, y lo saben hacer muy bien… A mí personalmente esas horas no se me hicieron demasiado largas, pero sé que a mi mujer si le resultaron eternas, y la entiendo perfectamente. Vas a dar una vuelta para despejarte, lees como puedes un libro y subes y bajas a la sala de espera…

Cuando nos llamaron para darnos noticias antes de lo que preveíamos los nervios se apoderaron de nosotros, podía ser muy buena señal, que todo había sido fácil y ya se había acabado. Pero también te queda ese picor mental de que sean malas noticias. El pasillo hasta la sala donde nos encontraríamos con el cirujano me pareció muy largo… Había que ser positivo. Nada más llegar nos tranquilizaron, todo estaba bien, la operación había resultado un éxito, gracias en parte a todo el trabajo de exploración antes de entrar a quirófano. Y es que desde el primer momento de intuir la cardiopatía el control había sido excelente. Salimos de la salita, donde nos dijeron que en breve podríamos verlo en la UCI de nuevo, y nos advirtieron de la impresión que causa verlo llegar totalmente entubado.

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Primer mal trago pasado, si bien quedaban 48 horas críticas donde se vería su evolución de post­operatorio. Las cosas pintaban bien. Al pasar un rato no muy largo nos avisaron de que lo llevaban a la UCI de nuevo y fuimos enseguida. Llegamos cuando el equipo médico estaba conectando las máquinas que mantendrían al bebé con vida, ayudando a respirar y hacerle latir su pequeño pero fuerte corazoncito. Recuerdo con gran impacto el momento en que se desconectó el respirador portátil para conectar el de la UCI, y es que ver cómo mantenían su respiración de manera manual durante unos breves instantes fue una visión que descoloca a cualquiera… Su pecho subía y bajaba al tiempo que la encargada del respirador manual apretaba la bomba… La verdad, creo que nunca lo olvidaré, ni dejaré de agradecer a todas esas personas que tienen la vida de otros en sus manos y lo hacen con esa dedicación…. La imagen que teníamos de nuestro pequeño postrado en la cunita, sin moverse y totalmente mantenido por máquinas era sobrecogedora…

Como fotógrafo quería ir documentando todo el proceso de Jan, pero esa imagen se me antojaba bastante sórdida. La cámara quedó aparcada los tres días que duró ese estado, era demasiado potente como para captar esos instantes…. Y pasaron los 3 días que se hicieron más largos, los cuales aprovechamos para ir a verlo, aunque menos, y descansar. La mamá necesitaba recuperarse de la dolorosa cesárea y yo necesitaba dormir para coger fuerzas. En esos tres días la estabilidad en las constantes vitales significan una victoria, ya así cogimos las noticias que nos iban dando cuando bajábamos a verlo…

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Al cuarto día, por la mañana temprano, le habían bajado la sedación y lo encontré despierto… La alegría que me dio ver sus ojitos abiertos y bastante despiertos inundó todo mi ser… Era impresionante lo bien que se le veía, pese a llevar drenajes y vías por todo el cuerpo, él parecía no notarlo y tenía hambre… Que ganas de vivir… Los días siguientes fueron como una pequeña batalla, en la que cada cosita que se le quitaba (marcapasos, vías, sonda, etc…) y medicación que se bajaba, representaban una victoria. Empezamos enseguida que se pudo con la lactancia de nuevo, y parecía no haber perdido la costumbre, cosa que era muy buena señal.

Cada vez que veía como la mami lo amamantaba y se quedaba dormido sobre ella plácidamente, pensaba que todo había salido bien, que la experiencia estaba acabando y lo estaba haciendo con un muy buen resultado. Y antes de lo esperado llegó la noticia del alta… Jan se mantenía perfectamente sin medicación, comiendo muy bien y con síntomas de estar perfectamente. No nos lo creíamos, la recta final había sido más corta de lo que nos imaginamos.

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Sólo habían pasado 7 días de la operación y Jan estaba muy bien. Nos cambiaron de box, cosa que significaba que todo se estaba acabando. Y nos confirmaron el alta para el día 10 después de la intervención, sabiendo que había sido un caso excepcional, que normalmente es más tiempo de postoperatorio, pero que no diéramos vueltas a la cabeza porque el peque estaba perfectamente. Y así fue como preparamos la vuelta a Mallorca, agradeciendo a todo Vall d’Hebrón su dedicación y su saber tratar a las personas. Pocas horas después Jan llegó a su hogar, con la gente que lo estaba esperando impaciente de conocerlo, abrazarlo y quererlo…

Pero esta historia no acaba, queda lo mejor, disfrutar de él, verlo crecer junto a todos los que lo quieren y pensar que gracias a mucha gente entregada a su trabajo, podemos verlo reír, llorar y dormir tranquilo, con un corazoncito latiendo con ganas de vida.

Gracias a todos los que formaron parte en esta historia y que ayudaron a Jan a tener su oportunidad de vivir.

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